La FAMILIA, el grupo más importante de nuestra vida, ha vuelto a recuperar el protagonismo y la importancia que la sociedad y, en especial, la infancia estaba requiriendo desde hace tiempo.
La familia, grupo de personas que comparten lazos consanguíneos, afectivos y un proyecto común, se ha visto puesta a prueba en su sistema de valores, sus emociones y todo aquello que une o separa a sus miembros. Este tiempo de confinamiento nos ha servido a todas las familias sin excepción para realizar una revisión, más o menos consciente, de qué familia somos y hacia dónde nos dirigimos.
Queramos o no, la limitación de espacio y tiempo fuera de casa, que ha desembocado en estar “todos juntos” con mayor intensidad, ha generado sin duda un encuentro con:
1. El sistema de valores familiares
2. La gestión de emociones
3. La forma de comunicarse en el ámbito familiar
4. El tipo de liderazgo que modela la familia
5. El proyecto familiar
En el siglo XXI el concepto de familia ha variado mucho. Los miembros de la familia han pasado mucho tiempo fuera de casa en sus trabajos, actividades, ocio y amistades, lo que ha producido que el sentido y la sensación de familia cambie. Según Spencer, la familia es la que proporciona apoyo, armonía, protección y seguridad. Es lógico que cuanto más tiempo pasamos fuera con otras personas que no son las del núcleo familiar (entendida la familia como las personas que conviven permanentemente en un espacio físico y que tienen lazos consanguíneos) nuestra sensación, a este respecto, cambie.
En este periodo de confinamiento la familia se ha visto reducida a las personas que conviven permanentemente en un lugar físico, y la capacidad de apoyo, armonía, protección y seguridad que se siente en ella habrá, determinado que haya sido o no un lugar de orden y sanación para todos y cada uno de sus miembros. Porque familia es también un lugar de orden normativo y básico, aunque heterogéneo, en el que actúan por igual que en la sociedad, las fuerzas de la aprobación y sanación (Durkheim 1973).
¿Quién es el líder en tu familia? ¿Quién ha ejercido como tal en el confinamiento?
Esto es algo muy importante, pues todos los grupos tienen un líder y el de la familia no es menos. El líder, en este caso, tiene la capacidad de modelar, empatía, congruencia y una consideración positiva incondicional hacia los miembros del grupo (familia). Una familia bajo esta forma de liderazgo hace que resuene en los demás un clima de empatía y escucha.
Cualquier miembro podría convertirse en líder. Los niños y adolescentes aprenden este liderazgo aumentando la confianza en sí mismos y la empatía.
¿Qué ocurre cuando en la familia no encontramos esta persona?
Las emociones negativas generan un ambiente de miedo, incertidumbre y enfado. En la familia, la gestión y acompañamiento, de forma respetuosa y con empatía, de estas emociones evita considerablemente los conflictos y ambientes de agresividad. En estos periodos de confinamiento y desescalada, se requiere más que nunca la empatía y una consideración positiva para que la persona pueda expresar sus emociones y darse el espacio y el tiempo que necesita para encajar la propia percepción emocional de la realidad.
Se ha comprobado que en este momento hay familias que se han unido más porque el instinto de protección y cuidado familiar de la persona o personas que han ejercido este tipo de liderazgo, aunque anteriormente no fueran tan conscientes de esta necesidad, en este momento crítico, ha surgido a su favor.
Para muestra de que este liderazgo en el ámbito familiar es posible, comparto las conclusiones del artículo 1945 de la Universidad Chicago, en el que Rogers y Robert Neville desarrollaron la terapia de grupo no directiva para tratar la neurosis de guerra. Enfatiza el uso de un proceso democrático de igualdad en el que se animaba a los miembros del grupo a compartir sus historias traumáticas. Los traumas de guerra se sanaban al contarse mutuamente sus historias
una y otra vez, a la vez que recibían unas respuestas empáticas (Robert Neville comunicación personal, 20 de septiembre del 1927).
Extrapolando las conclusiones del artículo a los casos en que el ambiente familiar ha sido de mayor irritabilidad, miedo y enfado, se observa que aumentan las diferencias e individualización entre los miembros de la unidad familiar. Es, por tanto, un momento propicio para volver a replantear el sistema de valores dentro de la familia. Según el artículo “Una teoría de las emociones para el análisis transaccional”, de Josep LLuís Camino Roca y Arantxa Coca Villa:
● La justicia, la cooperación y la solidaridad fomentan el AMOR.
● La libertad, el respeto y la belleza fomentan la ALEGRÍA.
● La competitividad, la lucha y el ataque fomentan la RABIA.
● El tolerar lo vulgar, la falsedad y la injusticia fomentan la TRISTEZA.
● La insolidaridad, el aislamiento y la inadaptación social fomentan el MIEDO.
El ser humano tiene una percepción emocional, que no sensorial, de los fenómenos y experiencias que vive dotándolos de un significado propio y subjetivo. Esta percepción emocional de la realidad viene determinada por las emociones dominantes en cada individuo y por la percepción que éste tiene sobre su propia persona o, lo que es lo mismo, por la decisión emocional que tomó en la infancia.
¿Cómo realizar un acompañamiento positivo?
El miedo es la emoción más contagiosa. Por ello el acompañamiento hacia un miedo adaptativo, en esta época de confinamiento y desescalada, ayudará a que las niñas y los niños salgan de esta situación más seguros y sin condicionamientos negativos para su futuro. Pero es importante escuchar y respetar la forma en que cada persona percibe esta realidad, educando en que las decisiones emocionales sean positivas para su desarrollo.
El miedo que activa a la persona es el “miedo adaptativo” que permite avanzar y seguir, no el que paraliza. Este miedo permite tomar consciencia de que hay peligro, tomar medidas de prevención y actuar en consecuencia. Esto permite que no se genere pánico en el ambiente familiar y la desescalada sea un transitar del miedo en positivo.
En este momento de confinamiento, esa percepción emocional personal de la realidad se hace más obvia, generando ambientes y entornos de calma o, por el contrario, de miedo e incertidumbre. La motivación de muchos padres y madres ha sido que dicha percepción emocional no afectase a la salud emocional de sus hijas e hijos. Lo que ha generado ya un cambio positivo, pues esa toma de consciencia por su parte ha permitido que los menores
tengan una percepción positiva de la situación.
Es hora, en conclusión, de dirigir esa mirada consciente a los valores que han hecho que la familia, el núcleo familiar, aumente su unión, propiciando el desarrollo integral de todos sus miembros. La familia recupera, así, el protagonismo que había perdido y su verdadera función de apoyo, protección, armonía y seguridad.
Si quieres saber más:
VER VÍDEO COMO ESTÁN CAMBIANDO LAS RELACIONES FAMILIARES
Esther Ponce Blázquez
Psicóloga Educativa